martes, 19 de abril de 2016

La edad media





Leonardo Cano

La edad media

Candaya Narrativa 38

ISBN 978-84-15934-20-2

320 págs.; 21 x 14 cm / PVP 18€




Y llegamos a la librería y un tío, que no se sabía si era el dueño porque no tenía pinta de dueño, arrinconaba los stands al fondo para colocar las sillas porque empezaba a llegar la peña, pero aún no estaban ni los de la editorial ni el autor, que ya lo había visto por Facebook en el anuncio del evento.
Y había gente mirando los libros y también otros que no eran del autor y me vibró el móvil y pensé que a lo mejor ya no vendría, pero sí que vino, lo más precioso de mi vida, con su melena recogida y su aroma a rosas recién cortadas cuando ya empezaba a haber mucha peña y el autor entró y se saludó con uno que andaba por allí a ver quién venía y luego resultó que era el que le hacía la presentación, David Monteagudo, uno que lo petó con un libro que hasta le hicieron un peli y todo y no sé cuántas ediciones de su primera novela y que trajo una tortilla de patatas con chistorra que lo flipas.
Y la hijadelChato me había dicho que el Monteagudo es el puto amo y que le encanta ir a sus talleres literarios porque trabaja directamente con tus textos y no está con el rollo de lo que hizo éste o aquél, sino que saca de ti lo mejor que tienes.
Y luego la peña que no se sentaba y el de la librería que íbamos a empezar y nos dio las gracias y toda la brasa hasta que se puso a hablar la de la editorial, que es la profe de mi fragancia a rosas recién cortadas y me ha dicho que es una profe que mola mazo porque te hace aprender de verdad y porque conoce autores y les publica novelas y otros libros.
Y la tía habló un montón de cómo lo conocieron, al autor, que estaba allí sentado, estirado como un palo, serio, con una barba como si fuera el Cid y la peña pensando que era porque su novela se titula La edad media y el Monteagudo a la de la editorial que si le estaba pisando lo que iba a decir y la peña riéndose y pensábamos que iba a ser un palo y luego moló que te cagas.
Y lo flipé cuando el autor explicó lo que era un paparajote.

J. entra a la librería y de inmediato busca a Leonardo. Lo ve al instante y lo saluda efusivamente para felicitarlo pese a no haberlo visto nunca en persona. Le parece alto, casi un guerrero. Durante la presentación, no pierde detalle de las explicaciones de D. acerca de la novela. Hablan de que es una novela a tres voces, con tres narradores distintos. D. resalta la gran talla literaria de quien debuta sin la pretensión de mostrar su lucimiento. De la segunda voz dicen que es la de un omnisciente algo focalizado, pero muy neutro, que llama a los personajes por la inicial, para casi no diferenciarlos y sumergirlos en un mundo neokafkiano. J. presta mucha atención cuando D. resalta la fuerza narrativa de la tercera voz: los chats de una pareja que vive a distancia uno del otro. J. toma buena nota de los temas que D. van enumerando: el fracaso, el ambiente de instituto, la falta de moralidad, la frustración profesional, las relaciones de pareja, la familia, el sexo. Al llegar a casa, después de pasar por la de sus padres a cenar algo caliente, abre la novela hasta encontrar la dedicatoria “Para J. esta breve historia del tiempo de la que espero que disfrute tanto como del aroma que me cuenta que despide. Leo”. Lee la dedicatoria una y otra vez, y empieza con las primeras líneas: 

Y el hijodelRana estuvo veinte días sin venir tras el secuestro y, cuando volvió por clase, tenía toda la pinta de un regaliz medio chupado con boca, ojos y gafas a voleo. Y le aplaudimos porque nos lo dijo la de Ciencias. Y no eran aplausos lo que nos repartía el Rana cuando llegábamos tarde y corríamos por la entrada del San Juan Bosco, y era el director y también nos daba Sociales.
 
J. lee una página tras otra, no tarda en adentrarse en las tres voces que se suceden apenas ocupando unos párrafos, dos o tres páginas a lo sumo, separadas por un doble espacio. Cree, como ha resaltado D., que no irá a mantener así toda la novela, pero las páginas se van sucediendo al compás de un vals, un, dos, tres, un, dos, tres, y ya espera, desea, el cambio de una voz a otra, de forma adictiva. Su mujer le dice que se va a dormir, pero J. casi no la escucha, apenas la oye y asiente con la cabeza mientras pasa otra página. Una más, se dice. Cuando se da cuenta, lleva más de ochenta.

Chat con Silvia Landsberg <s.landsberg_1975@gmail.com>
Yo: Holaaa, gordi, que haces?
Silvia: Taba mirando las fotos del finde, me he impreso el selfi en la playa y lo tengo de punto de libro.
Yo: Ahh, guay, lo has empezado?
Silvia: Voy por la mitad, no puedo dejarlo, se parece a nosotros, jajajajaj
Yo: Ya te dije gordi que te iba a gustar. Has cenado ya?
Silvia: Aún no, gordo, he puesto al peque a dormir, mañana tiene cursión y lo llevo más temprano a casa de mi madre. Y tengo dos reuniones a primera hora. Bfffff
Yo: Bueno, no te agobies
Silvia: Me gusta porque no está escrita como una novela, es como si estuvieras ahí, escuchando a los personajes.
Yo: Es como si los tuvieras al ladooooo, jajaja. El tío no para, con lo del hijodelrana

A J. la novela le ha durado dos días, por no decir dos ratos. La voz de la conciencia plural se le ha ido metiendo en la mente como un rap que no para de repetirse a sí mismo. El hijodelRana, el hijodelRana, el hijodelRana… Piensa en esos chicos como un reflejo de su propia adolescencia, ahora ya en la edad media, que han ido creciendo esperando un futuro dorado. Algo abrumado por la crueldad expuesta, quizá ha olvidado la propia, la que tal vez él también llevó a cabo, con una burla, con un bulo, con cualquier mezquindad, para ganarse el aprecio o la mamada de alguna. Los temas se tratan sin ambages, sin paños calientes. J. piensa que la vida misma discurre por senderos similares y siente pavor. Tiene el ejemplar en la oficina, encima de la mesa; se la va a pasar a S. que está deseando leerla. Lo que más admira de la novela es como se hace emerger lo trascendente desde lo intrascendente, cómo el autor obliga al lector a imaginar lo que ocurre inequívocamente detrás de cada escena, por irrelevante que parezca. Le suena el teléfono. Sí, claro, asiente. Antes de preparar el informe que le ha encargado su jefe para justificar el pago de otra factura falsa, mira oblicuamente el destello luminoso de la portada sobre las líneas de la vida en la palma de la mano. La novela es un acierto por cómo está estructurada, sólida, con las tres voces, pasando de una a la otra como él mismo pasa del wasap al face y del face al twitter y del twitter a... No importa, en el trabajo puede hacer lo que quiera, mientras siga haciendo informes cuando se lo piden y mire hacia otro lado.

Chat con Silvia Landsberg <s.landsberg_1975@gmail.com>
Yo: Buahh!! Y el guiño a Pulp Fiction? Joder, vaya escena, con la tía ahí, rallada porque el novio no se la quiere follar y el tío viendo la peli con el Jules soltándole el rollo antes de pegarle un tiro al otro, jajaja, y al final se la acaba chupandoooo
Silvia: Y el repertorio de las marcas???? es como si hubiera abierto mi armario de entonces. A mi me ha gustado más cuando hablaba de El club de los poetas muertos.
Yo: El mío de historia del arte estaba loco con esa peli.


Y al terminar el libro, lo más precioso de mi vida con su melena recogida y su aroma a rosas recién cortadas me pregunta que si me ha gustado, y yo le digo que lo he flipado y que eso sí es hacer las cosas de forma diferente y bien y que molen, y que todo el mundo en el insti ya se la está leyendo, y algunos dicen que eso no es una novela, y otros que las novelas no tienen por qué ser todas iguales y que hay que innovar y a algunos ya les han cambiado el mote, al Cerezuela ya le llaman el hijodelRana porque es un gordo sacadieces y, otros, que pasan de estudiar, porque dicen que no vale para nada, también se la están leyendo y uno que escribe un blog dice que va a hacer una reseña y yo la leo y pienso que es imposible que esto sea una reseña.

martes, 5 de abril de 2016

Después de Rita




Mariano Veloy (Pez de Plata, 2013)



 Debería dar un paso atrás, alejarme de la baranda, eludir el vértigo. Lo sé. […]. Camino sobre la baranda. En el vértigo y no me basta con un solo paso. Después del primero, vine un segundo. Un tercero. Un cuarto. […]. Podría saltar, eso pienso. Y ése es mi error.” 

Esta es, de forma resumida, el arranque de Después de Rita, una chispeante peripecia para leer de una sentada, porque con un arranque así ya no hay manera de soltarla y porque Mariano Veloy rompe las reglas de la narración con su prosa seca, cortante, decidida y determinada, sin ambages ni merodeos, para introducirnos, con la primera persona del singular, de pleno, en la mente del narrador: Nino, un actor en ciernes a la espera de su gran oportunidad.

La ciudad, Barcelona. Verano. Calor. Asfixia. Uno podría querer alejarse de una prosa hecha de recortes del pensamiento. Un desafío constante a las reglas de la gramática para no cumplir siquiera con el precepto del sujeto, verbo, predicado. Pero no, a la cuarta frase ya no queremos salir de Nino, del diálogo consigo mismo. Esa es la manera, exacta, inequívoca, de estar dentro de su mente en la que no caben las descripciones, sí la digresión certera: ¿Qué es el dolor? Algo aburrido, no así el remedio, que siempre despierta mayor interés. 

Ilustración de Leonardo Flores
El personaje atrapa y atrapa el suspense de cómo y por qué habrá llegado hasta esa barandilla a la que se asoma peligrosamente y, a partir de ahí, situarnos en su tediosa y precaria vida. Una familia convencional, un trabajo de administrativo, una rutina pegajosa. No, peor, un trabajo que se pierde. ¿Y ahora qué? De inmediato uno conecta con la frustración del que vive en precario, casi sin poder pagar el alquiler, pero exultante de un talento invisible, inapreciable, sin apenas valor. Sí, el tema está claro, el talento, la espera de la gran oportunidad que habrá de sacarlo del ostracismo injusto con el que lo trata la vida y mientras tanto… 
Mariano Veloy

Con un dominio excelso para transitar de la primera a la tercera persona, nos pasea por la vida de los que le rodean: Jim y Oriol, sus viejos amigos y compañeros de piso, la inesperada e imaginaria Mari Ciao a la que le suelta sus penas como si fuera una psicóloga para que ésta le insista una y otra vez, como un Super Yo freudiano, a no abandonar su sueño. Luego, la oportunidad de trabajar para Cheveux, un francés enamorado de la vida, que pretende llenar Barcelona con corbatas de Max Ernst como pretexto para conquistar a su amada trapecista (el romanticismo de fondo, pero no el romanticismo cursi y simplón de teleserie, no, ese aquí no tiene cabida, el de verdad, el que lucha por nobles ideales). Todo pasa rápido, muy rápido, y gusta lo que pasa. Porque por suerte las oportunidades vuelven, sin saber de dónde, y así recurre a Jacinto, el amigo al que dejó tirado para que éste se saque de la chistera otra propuesta, un papel importante, con el que podrá dar el gran salto, ¡EL GRAN SALTO! Sí, porque eso es en verdad lo que se anhela y uno está dispuesto a cualquier cosa por ello.

Y así llegamos a James Cagney (el director, no el actor) que le brindará la oportunidad de rodar el papel de su vida para enfrascamos de nuevo en el frenesí de Nino, ralentizado de vez en cuando para repasar con una mirada oblicua el silencio denso de su padre el día que le dijo que quería ser actor mientras éste, apenas sin mirarlo, se limitaba a seguir comiendo sopa. 

Pero eso ya quedó atrás, ahora lo que cuenta es el papel que ensaya hasta bordar la excelencia, tan ingenuo como siempre, sin reparar en que, en cualquier instante, de cualquier parte puede aparecerá de nuevo el hada malvada que le hará despertar del sueño. Y sí, así es, aparece Rita, la gran actriz, la femme fatale que lo aparta de un plumazo, que hace cambiar el proyecto, y lo deja de nuevo con la miel en los labios. No importa, qué se le va a hacer, ¿no es acaso Rita una gran actriz, una actriz de verdad capaz de obnubilar la decisión de un director encendido de deseo? Pero Rita guarda un secreto y Nino está en sus planes para volvernos a sorprender con un giro inesperado. 

Sí, definitivamente hay algo después de Rita, sobre todo para quien juega con la muerte, porque pretender vivir del talento, de lo que a uno verdaderamente le apasiona, es eso y es jugar a suicidarse un poco cada día, mientras se espera el éxito que nunca llega, mientras se transita por un cornisa de la que se puede caer de ambos lados, quizá del lado interno, y a lo sumo se torcerá uno el pie, algo sin mayor trascendencia, pero que en el fondo es como si uno se arrojase al vacío para acabar estampado contra el asfalto. Y mientras, la vida pasa, porque es inevitable, como inevitable es seguir esperando la oportunidad, seguir intentándolo, seguir transitando por la cornisa, compulsivamente, con el anhelo de que un día daremos el gran salto, ¡EL GRAN SALTO!, y volaremos, o quizá no y únicamente seguiremos soñando, porque hay algo muy arraigado en nuestra esencia, más allá de Rita, que nos impide dejar de hacerlo.